El FIB 2025 ha sido una de las ediciones más controvertidas del Festival Internacional de Benicàssim desde su fundación. Aunque la música volvió a llenar la localidad castellonense del Mediterráneo, la edición número 29 estuvo marcada por cancelaciones inesperadas, protestas políticas y decisiones organizativas que sorprendieron a más de un asistente.

Una edición marcada por el silencio organizativo

En los días previos al evento, hasta ocho artistas confirmados se bajaron del cartel. El detonante: la conexión del promotor del festival con el fondo de inversión KKR, vinculado a negocios en zonas de conflicto internacional. Algunos artistas, como Residente o Judeline, publicaron comunicados expresando su rechazo a participar en el evento, apelando a su compromiso ético.

La respuesta oficial fue prácticamente inexistente. Ni en la web ni en redes sociales se emitió una explicación clara, lo que generó incertidumbre entre los asistentes y críticas por la falta de transparencia. Muchos se enteraron de los cambios al llegar al recinto o al consultar los horarios modificados pocas horas antes del inicio del festival.

Las ausencias que cambiaron el pulso del cartel

La salida de nombres como Samantha Hudson, Elane o Rocío Saiz modificó sustancialmente la jornada del viernes, que en un principio se había planteado como una apuesta por la diversidad y el activismo. La organización optó por cubrir los huecos con actuaciones nacionales emergentes y DJs locales, una decisión que, aunque eficaz logísticamente, fue vista como una solución de emergencia poco planificada.

Pese a todo, el festival mantuvo su esencia con grandes actuaciones internacionales. Supergrass, Arctic Monkeys DJs y Arde Bogotá lideraron un cartel que apostó por la fórmula tradicional del indie británico combinado con talentos nacionales.

¿Qué dijeron los asistentes?

Entre el público hubo sensaciones encontradas. Muchos valoraron la experiencia general como positiva, destacando la buena climatización del recinto, la mejora de los accesos y el ambiente festivo. Sin embargo, la sombra de las cancelaciones y la opacidad con la que se gestionaron dejó un sabor agridulce para buena parte del público fiel del FIB.

Algunos grupos de asistentes llegaron a pedir reembolsos por los cambios de cartel, pero no hubo información oficial sobre devoluciones, lo que generó frustración en redes. Desde plataformas como Twitter o TikTok, varios usuarios documentaron la diferencia entre el cartel anunciado meses atrás y el que finalmente se ofreció.

Impacto económico y proyección futura

A pesar de los problemas, el FIB 2025 generó un importante impacto económico en la zona, especialmente en el sector hotelero de Benicàssim y sus alrededores. Restaurantes, bares y comercios locales reportaron niveles de facturación similares a los de ediciones anteriores.

Sin embargo, el festival afronta ahora un reto de reputación. La falta de posicionamiento claro por parte de la organización, sumado a una gestión de crisis poco efectiva, ha encendido el debate sobre el futuro del evento. ¿Puede el FIB seguir siendo un referente sin perder el apoyo de artistas comprometidos?

Una lección para los festivales del futuro

La edición 2025 del FIB deja lecciones valiosas: la importancia de la comunicación transparente, la necesidad de respetar los compromisos éticos del sector musical y el peso creciente de la conciencia social entre artistas y público.

En un verano donde otros festivales como el Medusa o el Dreambeach en agosto han apostado por la innovación y la diversidad sonora, el FIB parece haber quedado atrapado entre el pasado y un presente que exige respuestas más rápidas, más claras y más humanas.

Modofestival es un magazine informativo y no forma parte de la organización de este evento.
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