Amaia y Mala Rodríguez lideran un arranque potente y sin artificios en la Caja Mágica
Arrancó el Tomavistas 2025 y lo hizo con una noche de esas que te reconcilian con la música en directo. Emoción a flor de piel, artistas que no necesitan máscaras para brillar y una Caja Mágica que fue, durante unas horas, un refugio colectivo donde se mezclaron generaciones, estilos y estados de ánimo. Al frente de todo: Amaia y Mala Rodríguez, dos formas de estar en el escenario, dos discursos, dos verdades. Igualmente necesarias.
Amaia: naturalidad radical, dulzura que desarma
Sube Amaia al escenario y todo se vuelve íntimo, aunque haya cinco mil personas delante. Habla con su público como si estuviera en un portal, con una amiga, a las tantas. Ríe, improvisa, se queja de sus tacones, se recoloca el vestido en directo, se emociona al cantar. Y eso, claro, traspasa. No se construye un personaje: Amaia es Amaia, y esa honestidad es parte esencial de su magnetismo.
Durante 75 minutos, tocó el piano, el arpa, la guitarra, bailó, cantó como quien respira. Repasó buena parte de Si abro los ojos no es real, su último disco, y convirtió en joyas temas como Tocotó, Auxiliar, Magia en Benidorm o Tengo un pensamiento. Pero el clímax llegó con Santos que yo te pinté, la versión de Los Planetas que interpretó sola, arriba de una tarima, abrazada al micro y acompañada por violín y guitarra. Una interpretación que heló el aire y que arrancó un suspiro colectivo.
Y cuando todo parecía no poder subir más, cerró con Me pongo colorada, de Papá Levante, convertida en un himno dramático y festivo a partes iguales. La despedida fue samba, abrazos, saltos y esa energía de final de función cuando sabes que todo ha salido bien.
Mala Rodríguez: historia viva del rap, presente afilado
La entrada de Mala Rodríguez al escenario fue pura declaración de intenciones. Tengo un trato sonó como un disparo al pasado: 25 años han pasado desde su debut con Lujo ibérico, pero su presencia, su actitud y su voz no han perdido ni un ápice de filo.
Vestida de negro, con correas plateadas y un aire tan flamenco como callejero, rapea desde las entrañas, desde lo vivido. Sube a la mesa del DJ, invita a bailar al público en el escenario, lanza versos que son cuchillos afilados envueltos en flow. Temas como Tambalea o La cocinera no solo suenan a rap, suenan a biografía, a resistencia, a orgullo. A quien no le han regalado nada y ha aprendido a brillar por sí sola.
Cada palabra suya es afirmación, cada gesto, presencia. Mala no necesita reivindicar su lugar porque lo ocupa con una seguridad feroz.
El Tomavistas arranca con mujeres al frente y emoción sin atajos
El resto del día también dejó momentos brillantes. Nombres como Xenia, Ganges, Jimena Amarillo, Judeline o María José Llergo formaron un mosaico sonoro diverso, emocionalmente cargado y perfectamente equilibrado.
Tomavistas ha aprendido algo esencial: no hace falta saturar ni solapar. Los dos escenarios principales se alternan sin pisarse, permitiendo disfrutar cada propuesta sin carreras, sin angustia. Solo música. Solo presente.
Y esto no ha hecho más que empezar. El festival continúa hoy viernes y mañana sábado con artistas como Caribou, Romy, Love of Lesbian, Mogwai, Biznaga o Doves, y todavía quedan entradas disponibles.
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